A dieciocho minutos del sol vive él, con su pelo ondulado y su delgado cuerpo, con sus ojos negros como dos gotas acostadas -bien redondas de un lado y pinzadas en el extremo externo-, sus cejas marcadas, su sonrisa eterna con dos hoyuelos en la comisura de los labios finitos; a veces se deja un bigote que lo encanta (o me encanta).
Está a dieciocho minutos del sol, y a veinte de ser luna.
Cuando estoy ahí, en donde vive, no importa si el tiempo corre, es como si se detuviera todo, un vientito cálido me da en la cara. Él es el sol, despacio también puede ser la luna, pero todo el tiempo es un vientito sur, cálido, dulce, va y viene... cuando viene trae primavera al día y eso alcanza.
Piensa, lee, vuela, se vuelve canción.
Piensa y eso lo encanta (o me encanta). A menudo hablamos de lo lindo que es entender el verdadero significado de la justicia. Piensa la historia del país, de nuestro país. Un día me quiso explicar esa masacre del '70, yo no lo quise escuchar... y hoy le pido casi a diario que me cuente.
Lee, a veces compartimos lecturas.
Vuela, porque es un vientito cálido que acaricia mi cara.
Se vuelve canción. Sí, es música todo el tiempo. Es responsable en parte de que ahora este escuchando algún disco de ese ser de luz que le regalo al mundo amor.
Cuando era mas chico no le gustaba que le discutan, solía enojarse por lo que no le gustaba y nunca daba el brazo a torcer. Pero en sus ojos -dos gotas acostadas, bien redondas de un lado y pinzadas en el extremo externo- pedia amor, con ansias, timidez y picardía. Una mirada que se hizo foto. Una noche cerca de ser luna, cuando todo dormía, me robo un color... pero me gusta pensar que se lo regalé.
Suele decirme "y ademas vos sos el sol!", y no cree cuando le digo que se ve tan bien cuando no le importa si el tiempo pasa. Porque al estar ahí, a dieciocho centímetros del sol, la conciencia es otra, es como estar en otra época, es como vivir en los '70, es como creer que el mundo puede ser mejor, como sentirse parte de esa historia que tanto le pido que me cuente. Es soñar un sueño despacito. Es suspender. Es verde, rojo, amarillo, celeste, blanco. Es cálido. Es sonido a risas. Es sentirse cerca de la infancia y la adultez.
Describirlo no es fácil, sentir, es mejor
ese vientito sur cálido en la cara.
Ahí donde vive.
domingo, 5 de octubre de 2014
martes, 5 de agosto de 2014
Retratos de gente desconocida
18 de octubre de 2013
La miro, una y otra vez. La miro y pienso mucho por qué es una de las fotografías que más me gustan. Una mujer tomando un té. Quizás mejor un café, recién levantada... sin haber dicho una palabra en lo que va del día. O antes de dormir, después de haber dicho muchas cosas e incluso de haber cantado desde que salio el sol hasta que se escondió.
Su pelo también habla, no se bien qué me dice.
Detrás de la taza -de esa taza que me lleva a otra época y también me recuerda que algo así es lo que quiero comprar para tomar mi café en unos meses cuando me mude sola- se escondió parte de su nariz y su boca completa, quizás nunca las conozca.
Hay algo en su pelo y en sus manos, incluso me atrevo a decir también en su mirada, que me llevan a imaginarla artista, un poco bohemia -no se hasta qué punto esto ultimo-, con algún instrumento en la mano, o algún pincel.
Detrás de su corporeidad, la nada. O algo que no se define. Un paisaje que decidió dejarle protagonismo, porque sabia que así podía llamar mi atención.
jueves, 31 de julio de 2014
Nosotros.
Él la mira con dulzura, con sorpresa, como el primer día.
Ella lo mira y no puede ocultar nada, desborda el amor por los
ojos, la boca, las mejillas.
Hablan mucho. Ella habla mucho. Él habla mucho solo con
ella, eso le encanta, la hace sentir única. Los ensayos, las navegaciones, la música,
la familia, el trabajo.
Ella fuma no más de tres cigarrillos cuando están bien. No
menos de tres cuando discuten.
Él le quita los atados, quema filtros, le pide por favor que
no fume más. Ella sonríe.
El arma un cigarrillo de tabaco y azúcar. Ella lo prueba.
Hay risas.
Pueden estar más de media hora mirándose a los ojos,
reposando sobre el asiento de un auto que los lleva a pasear por el frío del
mar.
Hacen el amor, se ríen a besos, se aman a carcajadas.
Hacen el amor, no les hace falta nada más. Unión divina. Energía
en estado puro.
Ella expresa todo lo que le pasa verbalmente. El miedo, el
odio, el cansancio, la ira, el amor.
Él se niega, no es amigo de las palabras, le cuesta, no
sabe, no quiere.
Discuten.
“Me voy, abrime la puerta.”
“No, afronta una conversación. Habla, decí algo.”
Ella fuma. Él se queja del dolor de cabeza.
Ella piensa que siempre es la misma historia.
Él piensa cómo decir lo que ella quiere escuchar.
Ella llora.
Él hace fuerza para no dejar salir las lágrimas que asoman.
Ella lo mira, esperando las palabras que salven todo.
Él la mira con pena. “Más que esto no te puedo dar.”
Él se embarca, visita ciudades con puertos, ciudades frías
como las que le gustan a ella.
Ella visita ciudades de festivales, usa polleras, pestañas
postizas.
Ambos encuentran la felicidad ahí, en el viaje, en la lejanía
de los cuerpos.
Ella vive más tranquila cuando no piensa en él.
Él vive más tranquilo cuando ella no está pendiente de él.
Ella vive más tranquila cuando no piensa en él.
Él vive más tranquilo cuando ella no está pendiente de él.
Algunos, sin embargo, aseguran que se aman…
¿Se aman?
martes, 29 de julio de 2014
Ellos
Ella ya no finge, fuma, vomita, escribe en su netbook.
Él no muestra cambios, deambula, es un fantasma, escribe en
su notebook.
Ella le habla, le pregunta, le ofrece; lo mira, le sirve.
Él no le habla, simula no escucharla, le ofrece un mate para
despertarla de la siesta, le contesta mal.
Ella está a la defensiva.
Él también.
Ella perdió el brillo.
Le pregunté a su sobrino, que la ve todos los días en el edificio donde
estudian cómo la veía y me dijo con pena en su rostro “Se la ve demacrada,
desarreglada, con cara de amargura todos los días.”. Creo que no solo perdió el
brillo, sino también la paciencia, la esperanza de que todo mejore algún día.
Esa esperanza con la que me solía contar cuánto amaba a su esposo y cuánto
estaba dispuesta a soportar.
Él perdió la confianza, no le cree nada; quizás porque su
mayor seguridad se fue cuando ella le dijo que no. Él se cree con derecho a
hacerla sentir sucia por elegirse, por priorizarse. Criado con un padre
machista, y una madre que nunca se hizo escuchar, hermano de hermanos que por
menores siempre tenían prioridad; conoce las demostraciones de amor cuando la
conoce a Ella, que sabe lo que es abrazar, sabe lo que es una caricia, una
palabra de afecto… tal vez no por haberlo mamado sino por las ganas que tenia
de saberlo.
Ella necesita de la palabra, se vale o valía de frases como “La
comunicación ante todo” “Hay que hablar para conocerse” “No te llames a
silencio”.
Él le escapa a las palabras, no sabe hablar, no quiere
aprender.
Imagínense qué comunicación puede haber entre ellos.
Él se engripa y ella le lleva el desayuno, el almuerzo, merienda y
cena a la cama; lo espía mientras duerme la siesta y controla su temperatura.
Ella vomita y el sigue barriendo, manda a alguien a que se
fije qué le pasa.
A él parece no importarle, está perdiendo el único ejemplo
de amor que tuvo en su vida.
A ella la sostiene un sueño, ser algo más que la obrera que
fue toda su vida. Su abuelo la soñó estudiante.
Se comportan como adolescentes. Pierden días mirando una
pantalla en vez de mirarse a los ojos,
de compartir un paseo, de charlar sobre los planes futuros.
Se dejan ganar por el orgullo. Ella dice ya haber hecho
mucho. Él reclama que ella ya no hace nada.
Discuten. No se miran. No se hablan. Se echan culpas. Se
pasan factura. No logran encontrarse
Pero algunos dice que todavía se aman. ¿Se aman?
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